Soy consagrada del Regnum Christi y promotora apasionada de la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II.
Obtuve la licenciatura en Educación y Desarrollo por la Universidad Anáhuac en México y la de Ciencias Religiosas por el Ateneo Regina Apostolorum en Roma, Italia. Estudié la maestría en Matrimonio y Familia en la Universidad de Navarra, en España.
Me gradué del Theology of the Body Institute de Philadelphia, USA, donde me especialicé en el tema de la Teología del Cuerpo. Tomé el curso de capacitación de profesores en Educación Afectivo Sexual en el Instituto Desarrollo y Persona con base en Madrid, España.
He tomado los cursos de Sanación e Intercesión en el John Paul II Healing Center en Tallahassee, USA.
Soy conferencista internacional reconocida sobre la Teología del Cuerpo, el Amor y la Sexualidad. Me gusta dar conferencias, cursos y retiros a personas hispanoparlantes de manera presencial o virtual, para difundir el mensaje que San Juan Pablo II quiere transmitir al mundo de hoy.
Desde que la Teología del Cuerpo transformó mi vida, he impartido cursos y conferencias en varios lugares de mundo. Algunos de ellos están en la lista que encontrarás a continuación.
Descubre tu propia identidad a la luz del Creador. ¿Quién eres más allá de tus cualidades o defectos? ¿Quién eres más allá de lo haces? La Teología del Cuerpo nos ayuda a comprender tu propia dignidad como ser humano y como hijo de Dios.
Responderás a las grandes preguntas del significado sobre tu propio cuerpo y cuál es la esencia de haber sido creados como varón o mujer.
A través del reconocimiento de tus propios anhelos llegarás a entender que fuiste creado para mucho más, para una felicidad grande que sólo puede ser satisfecha en el Amor.
Con la nueva visión de la Teología del Cuerpo, uno puede reconocer el don que representa el otro y el llamado a vivir en armonía y comunión.
La Teologia del Cuerpo aporta un espacio donde podemos entender que nuestra vocación universal es al amor, y dentro de ella entender con un amplio horizonte la llamada al celibato y al matrimonio.
Las catequesis de Juan Pablo II sobre la Teología del Cuerpo son una profundización sobre la persona humana y su vocación al amor. Pero la persona no puede vivir su amor ni expresarlo si no es en y a través de su cuerpo sexuado. Por eso las catequesis se centran en la búsqueda del significado del cuerpo humano marcado por la masculinidad y feminidad.
“A medida que participa de este amor, el hombre que se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento, reencuentra el alma, que le parecía haber perdido a causa del sufrimiento.” (SD 77)
El mismo San Juan Pablo II dice que toda la Teología del Cuerpo se podría ampliar y aplicar a la sanación. Hay muchas personas que a través de este conocimiento experiencial han podido sanarse como personas, han sanado su sexualidad, su matrimonio, su identidad. Se logra llegar al fin para el cual fuimos creados, y por eso la Teología del Cuerpo sana.
Ayudándote a regresar al plan original de tu creación en el corazón mismo de Dios. Jesús dice: “Al Principio no fue así…” Él vino a ayudarnos a comparar nuestra situación con la del paraíso en el Edén. Así, nos vamos dando cuenta de lo que nos hemos desviado del plan original de Dios.
La identidad más profunda del ser humano está en reconocerse como hijo o hija amadísimos de Dios. Reconocer como quien nos ha regalado el don de nuestro existir y quien nos sostiene a cada paso.
Vivir el significado esponsal de nuestro cuerpo significa también vivir la sanación de esas heridas adquiridas – sobre todo en la infancia – para poder ser un don sincero para los demás y ser capaces de abrazar al otro como un don.
Ser feliz no es una circunstancia específica en la vida. Ser feliz implica aceptar quién uno es y dejar de intentar ser alguien más, implica aceptar tu historia y abrazar lo que ha brotado de ella.
Nadie da lo que no tiene. Por tanto, tenemos la necesidad imperante de reconocernos como sujetos dignos de amor. El amor mismo de Dios es el amor incondicional, y fiel que sana todas nuestras heridas.
La Teología del Cuerpo nos lleva a reconocer la necesitad que tenemos de perdonar a los demás, a nosotros mismos, e incluso al mismo Dios. Sólo así soltamos las cadenas que parecen habernos robado la capacidad de amar de nuevo.
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